Lo privado y lo público
Si no podemos cambiar nuevamente la eleccion de la ANFP, aprendamos la leccion y tengamos mas cuidado en la eleccion de nuestros futuros dirigentes
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Rafael Mies
La actual reelección de la directiva de la ANFP ha vuelto a poner en entredicho a este organismo. Su recién electo presidente envuelto en una denuncia por violencia intrafamiliar ha sido un último balde de agua fría sobre tan lamentable proceso.
Si bien parecía que los estatutos prohibían la postulación de un presidente con problemas judiciales, para este caso en particular hubo elementos de forma que permitieron su elección. A pesar de las fuertes críticas por la condición judicial del nuevo presidente, incluso del gobierno, dentro de la ANFP se decidió por mantener y apoyar la candidatura. El argumento de mayor fuerza fue el que una denuncia o demanda por violencia se trata de algo intimo que no afecta la capacidad para ejercer la presidencia de un ente privado como es la ANFP.
En lo personal, creo que éste es precisamente el peor de los argumentos y toca un elemento característico de nuestra época, a saber la separación de las esferas privadas y públicas de las personas.
Si bien lo privado y público se pueden distinguir, y es correcto hacerlo pues hacen referencia a circunstancias con características diferentes, en la realidad no pueden separarse. La persona es la misma cuando está en su casa, de camino o en su lugar de trabajo. La evidencia de mayor fuerza para entender que los individuos siguen siendo los mismos, en los distintos ámbitos donde se desenvuelven, está dado porque los vicios y las virtudes de las personas las acompañan siempre, no importando en qué esfera de sus vidas estén actuando.
No quiero en la presente columna juzgar a este sujeto en particular, pues ni siquiera lo conozco; sin embargo, creo fundamental no dejar pasar un hecho tan relevante para nuestras instituciones y es que todo liderazgo debe ir acompañado de una condición ética y moral intachable para ser efectivo y digno de seguir.
Al final del día, como sostenía Aristóteles, las personas son lo que repetidamente hacen, es decir sus hábitos.
Si alguien es impaciente, violento o temerario, lo será siempre y en todo ámbito. Pero además, si por alguna circunstancia ese individuo llega a ocupar un lugar de liderazgo sus virtudes y vicios, lejos de verse amenguados, se verán acrecentados y potenciados por el ejercicio de ese papel.
Un directivo es ante todo un ejemplo a imitar y es sabido que la gente le puede perdonar mucho a sus líderes. Perdonar incluso la falta de competencia en algunos ámbitos (no puedo dejar de pensar en la ex presidenta), pero lo que no se le perdona nunca a los líderes es la falta de integridad de carácter, la doble vida o un discurso distinto de la acción. Por el contrario, es la integridad de carácter, el talante humano el que al final del día genera una verdadera admiración y liderazgo (sin duda, lo que tenía de sobra la ex presidenta)Que difícil será, después de todo lo que hemos visto en la ANFP, restituir las confianzas con la gente que entiende estas cosas tan básicas. Pero que importante es hacerlo.
Si no podemos cambiar nuevamente la elección de la ANFP, por lo menos aprendamos la lección y tengamos más cuidado en la elección de nuestros futuros dirigentes.